Las aguas que se extraen de ríos y lagos, por el contrario que el agua de pozo, tienen muy baja mineralización, no forman sarro, en general no tienen arsénico, nitratos, nitritos ni metales pesados. En cambio son más susceptibles a la contaminación humana, mediante contaminantes de tipo orgánico (Pesticidas, solventes, hidrocarburos, PCB, etc.).
Por ejemplo las ciudades situadas a orillas de grandes ríos como la Ciudad de Buenos Aires y Gran Buenos Aires donde el agua de red se extrae del Río de la Plata, las empresas distribuidoras hacen decantar las partículas (mediante el agregado de floculantes), ajustan el pH del agua (la acidez o alcalinidad de la misma) y le adicionan cloro para que sea microbiológicamente segura.
Luego de este proceso, el agua tiene cloro (con el sabor y olor característico), subproductos de la cloración, pequeñas cantidades de contaminantes orgánicos (pesticidas, herbicidas, hidrocarburos, etc.) y puede tener una cantidad variable de partículas, dependiendo de la calidad del proceso y el estado general de la red. Como dijimos anteriormente es deseable que el cloro esté presente en el agua para garantizar la seguridad microbiológica, pero es no es bueno consumirlo (ya que es una sustancia química oxidante), así como los subproductos de la cloración como los THMs [Posibles carcinógenos definidos por la Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer (IARC)].
Los purificadores para agua potable de red de una o dos etapas tienen un excelente rendimiento en estas aguas, retienen con gran eficiencia el cloro, los subproductos de la cloración, olores, sabores, contaminantes orgánicos, partículas. Salvo casos especiales (hipertensos, uso para procesos específicos), no es necesario utilizar tecnologías más costosas y complejas como la ósmosis inversa.
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