La presencia de cloro en el agua potable genera preguntas frecuentes entre los consumidores. ¿Es necesario? ¿Es seguro? ¿Conviene eliminarlo antes del consumo? La respuesta no es un simple “sí” o “no”. El cloro cumple un rol fundamental en la seguridad sanitaria del agua, pero también puede tener efectos negativos si no se maneja adecuadamente. Veamos los distintos aspectos.
¿Por qué se clora el agua?
El principal motivo por el que se añade cloro al agua es la desinfección. El agua puede estar contaminada con microorganismos peligrosos como bacterias, virus, hongos y parásitos, especialmente si no ha sido correctamente tratada. Estos patógenos pueden provocar enfermedades graves incluso sin ingerir el agua, solo por el contacto con la piel (por ejemplo, durante la ducha) o mediante el lavado de utensilios y alimentos.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda el uso de cloro para desinfectar el agua porque es un método efectivo, accesible y de acción prolongada. Su capacidad de permanencia (residual) en el agua permite que siga protegiendo contra contaminaciones posteriores a la cloración, en las cañerías de distribución o en el tanque de almacenamiento de tu hogar.
El cloro en la red de agua
En las ciudades situadas a orillas de grandes ríos, como la Ciudad de Buenos Aires y el Gran Buenos Aires, las empresas distribuidoras extraen el agua para consumo directamente del río, en este caso del Río de la Plata. Luego de su captación, el agua pasa por procesos de potabilización como decantación, filtración, ajuste de pH y, finalmente, cloración. Este último paso asegura que el agua llegue a los hogares libre de patógenos, a pesar de recorrer kilómetros de cañerías.
Las principales formas de cloración son mediante la adición de gas cloro en las plantas de potabilización o hipoclorito de sodio en puntos intermedios de la red, especialmente en redes extensas. Sin la presencia de cloro, cualquier rotura en la red o acumulación de materia orgánica podría favorecer la proliferación de bacterias peligrosas.
En este contexto, el cloro es imprescindible para proteger la salud pública.
¿Y si tengo pozo? ¿También debo clorar el agua?
Sí. El agua de pozo puede contener microorganismos patógenos, ya sea por contaminación del acuífero o por infiltraciones en el tanque o las cañerías. Por eso, se recomienda clorar el agua del pozo, especialmente si se almacena o distribuye dentro de la vivienda.
La forma más segura y práctica de hacerlo es mediante dosificadores automáticos de cloro, que aseguran una concentración adecuada para eliminar microorganismos sin generar excesos ni desperdicio de cloro. Esto es así porque trabajan dosificando cloro en función del caudal de agua consumida, optimizando su utilización. De esta forma, se garantiza la seguridad microbiológica en toda la instalación, incluyendo duchas, cocina, tanque y griferías.
¿Entonces por qué eliminar el cloro antes del consumo?
A pesar de sus beneficios sanitarios, el cloro es un agente oxidante. Ataca las membranas celulares de las bacterias, pero no distingue entre una bacteria y las células del cuerpo humano. Si bien las concentraciones presentes en el agua potable están reguladas para no causar daño inmediato, su ingesta diaria puede tener efectos negativos a largo plazo, especialmente en personas sensibles.
Además, el cloro reacciona con materia orgánica presente en el agua y forma subproductos de la cloración, como los trihalometanos (THMs), que la Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer (IARC) clasifica como posibles carcinógenos.
Por eso, aunque el cloro debe estar presente en la red y en el sistema domiciliario para proteger contra contaminaciones, es recomendable eliminarlo justo antes del consumo humano.
¿Cómo eliminar el cloro del agua que vamos a consumir?
La forma más común y efectiva de eliminar el cloro y sus subproductos es mediante filtros de carbón activado. Estos dispositivos retienen el cloro y otros contaminantes orgánicos como pesticidas, herbicidas y compuestos que afectan el sabor y olor, mejorando notablemente las propiedades organolépticas del agua.
Los filtros de carbón activado son los que en general se conocen como purificadores de agua, que tradicionalmente se observan sobre mesada. Igualmente, pueden instalarse bajo mesada, en dispensers o incluso como parte de sistemas integrales de tratamiento en hogares con pozo propio.
En resumen
El cloro no es malo en sí mismo: es una herramienta fundamental para prevenir enfermedades de origen hídrico.
Sí es malo consumirlo innecesariamente, ya que es un químico oxidante que también puede afectar nuestras células.
La estrategia ideal es clorar el agua para proteger la red interna, y luego eliminar el cloro justo antes del consumo con filtros adecuados. De esta forma obtenemos un agua segura, sin riesgo microbiológico, ni compuestos residuales indeseables.